
Sinopsis: No soy miedosa y no era miedo lo que me daba aquel enorme piso, de más de cien años, que añoraba sus grandezas muy cerquita de la plaza de Oriente. Me daba respeto, aburrimiento y rabia; rabia porque me sentía engañada… En mis últimos insomnios había observado que a partir de las tres de la madrugada se despertaban los crujidos, los roces y los chasquidos… De pronto, un relámpago sordo iluminó por un momento la habitación y dibujó, a contraluz, una pequeña figura a los pies de mi cama. El corazón me dio un salto, mi mente se preguntaba si lo había visto o lo había imaginado. Si era una ensoñación de mi cansado duermevela o realmente, había alguien al pie de mi cama. Alargué la mano bajo la almohada, con cuidado para no mover la colcha, y presioné la pera de madera que encendía la lámpara del techo. ¡Allí estaba! Fue sólo un segundo, porque de alguna manera, desapareció; pero tuve tiempo de ver sus ojos rojizos fijos en mí con asombro y la silueta de una cabeza achatada, en la que se dibujaban unas orejas puntiagudas.
Abrir puertas hacia los flecos de la realidad
Últimamente intento seguirle la pista a alguno de los premios de literatura juvenil. También a alguno de los que en su día fueron premiados y aún permanece en cierto rango de memoria colectiva. “Tesa” no cumple esta tercera condición.
Me sorprende, porque he leído otros libros de esta autora y conozco su capacidad para crear personajes atractivos, que haya introducido unos personajes fantásticos tan de plástico. Algo no funciona. Y entiendo que esos personajes están ahí para dar salida al mundo que crean nuestras inquietudes, pero pienso que no están terminados de dibujar y no llenan. Y me fastidia, porque Tesa, Remi y las abuelas si me convencen.
Pero creo acoger la intención de la autora de abrir puertas hacia los flecos de la realidad que experimentamos. Quizá para ese fin resulte más práctico cerrar menos las historias, por aquello de que hay cosas que cuando las explicas, las estropeas…