
Sinopsis. La vida de Jonás, marcada ya por una reciente tragedia personal, da un nuevo giro cuando decide ayudar a su padre a encontrar a Rafael, su amigo y exsocio, que ha desaparecido en Praga. Padre e hijo viajan hasta la capital checa en busca de pistas, y allí tropiezan con un rastro de cadáveres que se remonta al siglo XIX y con la misteriosa historia de Ondrej Potocki, un doctor obsesionado con la inmortalidad. Así empieza una increíble y peligrosa aventura que llevará a Jonás hasta los límites de la realidad.
Ruina midicloriana
Pues sí, este es el típico libro que te engancha. Trama interesante, personajes bien elegidos. Escenarios y situación de partida sugerentes..., pero:
Escribir sobre la muerte y confundir la eternidad con mucho tiempo seguido es un reduccionismo ignaro.
Citar a Emily Dickinson pensando que uno está diciendo algo sabio y no caer en que la cosa va, sobre todo, de ese humor suyo malaléchico, es ingenuo.
Y terminar metiendo el alma en un frasco, como si fuera el probiótico del kéfir, resulta patético. Es como lo de los midiclorianos pero en cutre.
Será también por esto que -al final- `por ese afán de explicarlo todo al que lleva la ausencia de un fondo de esperanza (y de fe) , termina reduciendo la libertad a una secuencia bien programada y la responsabilidad a una garantía de seguridad.
Por eso estos personajes no evolucionan. Sufren o disfrutan sin salirse de su casilla.