
Título Original: Mimi (2010).
Datos: Madrid: Siruela, 2013; 161 pp.; col. Las tres edades; trad. de Denise Despeyroux; ISBN: 978-84-15803-10-2.
Sinópsis: Hace muy poco que la madre de la pequeña Mimi murió. Todos en su familia están tristes y abatidos. Papá ya no sonríe, y las pizzas de la cena siempre se le queman. Sally se viste toda de negro, como su estado de ánimo, y guarda un terrible secreto. Conor apenas habla, toca la batería por las noches y no deja dormir a los vecinos. Y hace meses que nadie saca a pasear a Bengala, la perrita. Además, Mimi está cansada de que su compañera Sarah le haga la vida imposible por ser «distinta». Todo parece desmoronarse. Pero poco a poco la familia irá recuperando la fuerza para atravesar el duelo, precisamente gracias a esos pequeños y no tan fáciles retos que nos impone lo cotidiano.
Comentario: Realmente impresiona que, después del letrero de capítulo 1, te encuentres un subtítulo que pone "Lunes: 149 días desde que murió mamá". Y ya, desde el primer capítulo también, se percibe esa ingenuidad sabia de los sencillos. (Iba a poner de los niños pero no. Hay demasiados niños que no son así y los adultos sí que necesitamos esa sabiduría)
Mimi no es perfecta y sus familiares tampoco. Pero los caminos de la felicidad son imposibles para los necios y- al menos- paradójicos para el resto del personal. Y parece que eso que dice el el filósofo Rafael Alvira -la sociedad te puede enseñar como mucho que si robas te meten en la cárcel, pero que a ser honrado sólo te lo pueden enseñar en la familia- se puede aplicar también al ser feliz.
Total, que he aquí un libro que habla sobre la muerte con realismo, sencillez y optimismo. Lo puede leer un niño pero es imposible de waltdisneyzar. Las crisis que atraviesan los personajes no son de plástico. No les han ahorrado ni una lágrima pero el libro esta lleno de sonrisas.
Sé que no será todo lo definitivo que a una mente adoctrinadora le gustaría, pero las mentes y los corazones reciben en su propia medida. Sin margen no queda espacio para crecer, buscar, encontrar y hacerse. Al fin y al cabo ya le gritaba a la muerte el descubridor de la magia insondable eso de: ábrete mundo de color sin margen, sin orilla. Y encierra en tu quietud mi vida móvil.