
Datos: Cáceres: Periférica, 2012; 182 pp.; trad. de Juan Sebastián Cárdenas; ISBN: 978-84-92865-50-5.
Sinopsis: Cuando Roger Mifflin aparece en la puerta de la granja de Helen McGill la vida de ambos está a punto de cambiar para siempre. Él, un vendedor de libros ambulante, ha decidido colgar las botas y "echar raíces" en Nueva York donde planea escribir un libro en el que plasme todas las vivencias que ha experimentado en sus años de andadura por los caminos. Ella, una mujer soltera en la cuarentena, vive con su hermano Andrew, un escritor de éxito, dedicada por entero a las labores de la granja. Roger pretende que el hermano de Helen le compre El Parnaso, su librería ambulante, para poder retirarse y cumplir su sueño de convertirse en escritor. Pero es Helen quien lo compra por miedo a que lo haga su hermano y la deje sola al frente de la granja. Este arrebato de coraje en el fondo no es sino un acto de desesperación por cambiar su vida, por huir de la vida de dedicación por entero a un hermano poco agradecido y a las labores propias de la casa.
Comentario: Me dejó este libro mi amigo Javier Ramos un poco en plan eso es a lo que te dedicas tú, a ir colocándoles libros a la gente. Pero no… Después de declarar que “es mejor leer un buen libro que escribir uno malo…” Se adentra en un viaje a veces un tanto rocambolesco en medio del cual se destapa el auténtico mensaje del autor:
"Un hombre necesita echar raíces en algún lugar para ser realmente feliz.
¡Qué absurdas víctimas de los deseos contradictorios somos las personas! El hombre que se ha establecido en un sitio anhela la vida de vagabundo. El hombre que viaja anhela tener un hogar. ¡Y, aún así, cuán bestial es el conformismo! Todas las grandes cosas de la vida fueron hechas por gente que no estaba conforme.
La buena vida tiene tres ingredientes: aprendizaje, satisfacción, deseo. Un hombre debería aprender sin cesar sobre la marcha; también debería ganarse el pan para él y los suyos; y debería desear también, desear conocer lo incognoscible" (páginas 132 -133)
Estoy de acuerdo en cuanto a la insatisfacción, sin embargo son posibles las sucesivas estaciones de la felicidad si hay un proyecto, si cunde el amor. El aludido inconformismo no tiene porque ser un inevitable desgarrarse. Hay personas que conjugan el derrochar paz y serenidad alegre a su alrededor con un amor impetuoso. Yo las he conocido.
Y por si fuera poco, antes de terminar nos regala un elemental criterio: ¿qué ha de tener un libro para estar considerado “un gran libro”?
Debe ser simple y debe haber un corazón latiendo en su interior (Página 141)