
Datos: Madrid: Bruño, 2007; 200 pp.; col. Paralelo cero; ISBN: 978-84-216-9153-3.
Sinopsis: El protagonista y narrador es Miguel, un estudiante que cuenta lo sucedido un día, desde primera hora de la mañana hasta la noche y, en cada tramo del relato, anuncia repetidamente que ese es el último día de su vida: se supone que un tren lo arrollará.
Comentario: La idea es buena, pero hasta página 62 de 95 se sucede clase tras clase en las que el autor va colocando sus pildorillas al más puro estilo José Ramón Ayllón. Están bien los personajes, que describe hasta el capítulo 6. Luego yo casi aconsejaría saltar al 14 si ves que la sucesión de píldoras te empieza a rayar. A partir de ahí el nudo y el desenlace son más ágiles e interesantes.
¿Entonces, Marcial, hace falta una calamidad del destino para descolgarse de una vida demencial y provisional? ¿Y todo esto para llegar a qué? ¿Realmente “se arregla” el protagonista o -más bien- tras atravesar la fase “me hago la víctima” porque he sido malo y estoy hecho polvo, se hace un débil (dependiente) afectivo? A lo mejor es el viejo espíritu depre de todos los grandes escritores de la meseta norte que a mí me cuesta tanto valorar...
Con todo resulta sugerente ver como los zarandeos de la vida nos ayudan a encontrar, a colocar lo que realmente ansiamos. A salir de la anestesia con la que un fin de semana llama al siguiente fin de semana.